Vivir en el presente

Como adultos vivimos de prisa y con poca calma casi todo el tiempo, no es en vano que decimos que la vida se nos va en un abrir y cerrar de ojos. Los años pasan y no logramos disfrutar al máximo los momentos vividos. Esto es porque realmente no vivimos en el presente, nos la pasamos planeando lo que aún no pasa o estancados en cosas que ya sucedieron y que no podemos cambiar.   Los niños actúan, al contrario, viven el momento como si no hubiera mañana, no se detienen a pensar lo que pasó ni lo que pasará, ellos atesoran lo que sucede en ese preciso instante y de ahí que lo viven tan intensamente.  Conforme van creciendo y a través de nuestro ejemplo van dejando esto de lado para entrar en el mundo de los adultos; donde reina la prisa, el deber ser y los compromisos sociales. Poco a poco dejan de conectarse con ellos mismos a tal grado que cuando son adultos, como nosotros, ya ni se acuerdan de lo que eran.

En alguna terapia que tome, alguien me dijo que si no te acordabas de cosas que habías vivido era porque no las habías vivido en conciencia y en presencia. Seguramente tu mente estaba en otro lado y por eso no creaste la memoria de aquel acontecimiento.  Me quedé helada porque de verdad hay mil momentos en mi vida de los que quisiera acordarme y no recuerdo nada. Si esto ya sucede de forma habitual con los celulares que son el principal distractor, dejamos de estar presentes aún más.

Yo, soy particularmente dispersa, empiezo mi día pensando y planeando lo que voy a hacer y lo termino agotada de no haber parado un segundo, sin terminar lo que tenía pendiente, muchas veces culpable por no haber conectado con mis hijos lo suficiente y con la sensación de que el día no valió la pena.  Esto me sucede porque paso de una cosa a otra sin terminar lo primero y porque obvio me siento pulpo y quiero abarcar absolutamente TODO.  La verdad no hay forma alguna de cumplir esas expectativas. Por ejemplo, voy a bañarme porque tengo una cita y de camino me encuentro un zapato de mi hijo, lo recojo para dejarlo en su lugar, al llegar el closet está todo tirado y decido empezar  arreglarlo de cero, LITERAL SACO TODO en ese momento pasa el perro, me acuerdo que le tengo que dar de comer, voy a darle de comer y de regreso me da sed entonces paso por agua, empiezo a lavar trastes y así me sigo con mil cosas que no estaban ni planeadas en mi día. Ya pasaron dos horas, mi cita es en muy poco tiempo, no me bañe, deje todo tirado y empiezo a correr.  Es evidente que, de esta manera, no hay día que alcance lo suficiente y la frustración al final termina siendo muy alta porque no hice lo que tenía planeado y además no tuve ni un segundo libre de relajación.   

También me he dado cuenta que me pongo al final de la lista. Cuando termine de hacer todos mis pendientes entonces voy a hacer lo mío. ¿Y qué creen? Esos pendientes nunca terminan por lo que nunca hago cosas para o por mí. 

He ido aprendiendo, porque esto es de práctica diaria y constante para hacer de ello un hábito. Lo primero que cambié fue que soy yo la primera de la lista, mi primer momento al despertar es para mí y solo para mí.  Yo, disfruto mucho mi café recién hecho, me siento a tomarlo con calma y sin celular en la mano solo respirando, despertando, me encanta meditar un ratito para darle sentido y fuerza a mi día.  Después de eso viene la rutina diaria, pero ya me dediqué un ratito a mí con lo cual empiezo distinto y con otro ánimo el día. Durante el transcurso de este, procuro de repente parar, a veces hasta pongo una alarma cada dos horas solo para detenerme a tomar un respiro que me conecte conmigo misma y les juro que sirve darte una pausa de vez en cuando y respirar en conciencia. 

Otra práctica que estoy haciendo es que no pasó de una cosa a otra sin terminarla primero al 100%, si estoy picando verdura no empiezo a lavar trastes sin terminar y así con todo.  Lo que he descubierto es que soy más eficiente con mi tiempo y me siento más satisfecha en la noche cuando me acuesto. 

Muchas veces, (seguramente les ha pasado), tienes mil cosas que hacer y no puedes, ni logras hacer ni una y se te pasa el día entero y no lograste avanzar, además, estás completamente abrumado de tantos pendientes y del estrés que esto ocasiona.  Esos días pareces mayate, dando vueltas a lo loco.  Pues, resulta que lo que sucede con esto es que cuando estamos estresados y abrumados por muchos pendientes, nuestra energía se va directo a esa parte de nuestro cerebro; pensar tanto en todo lo que tenemos que hacer drena la energía que requerimos para realmente hacer las cosas.  La realidad es que, cuando la mente entra en estado de estrés, el cuerpo siente que es una emergencia y manda toda su energía hacia esa parte de nosotros y todo lo demás queda como secundario. El cuerpo no distingue si esto es una situación vital o si solo estamos abrumados por el cúmulo de labores del día. 

¿Qué hacer? Pues, lo primero es darnos cuenta que estamos en este estado y respirar profundamente para calmar nuestra mente alborotada.  Después, poner prioridades e ir una cosa a la vez como si sólo tuviéramos esa tarea a realizar.  A mí, en lo personal me sirve mucho apuntar e ir tachando (me da una sensación de avanzar tranquilizante). De esta manera enfocamos la energía y sobre todo no la malgastamos. 

Hacer las cosas pensando en otras, también drena nuestra energía y al no hacerlo, no solamente nos ayuda a avanzar y lograr terminar lo pendiente, sino que al mismo tiempo estamos trabajando en una especie de meditación en movimiento y conexión con nosotros mismos, que provoca que nos sintamos satisfechos; al final de eso se trata la vida, de ser felices y estar bien con nosotros mismos. 

Lo que hablamos el día de hoy, es la forma en la que los niños viven sus días;  así que la próxima vez que veas que tus hijos no te hacen caso cuando les hablas, no te lo tomes personal y aprende de ellos, recuerda que son nuestros grandes maestros, que siempre tienes a la mano la herramienta que más te puede ayudar a centrarte y actuar más certeramente: tu propia respiración. 

Un comentario sobre “Vivir en el presente

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  1. Nunca es tarde para pensar que se puede hacer todo de diferente manera, el reguilete , de aquí para allá sin terminar nada , en efecto frustra, intentaré cambiar, una cosa a la vez.

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